El distanciamiento social, es una de las medidas para evitar el contagio, se recomienda un metro de distancia como mínimo entre un cuerpo y otro, medida que nos mantiene a todos alejados de nuestros afectos, en circunstancias que un beso o un abrazo pueden transformarse en armas letales (y lo son en cierta forma) más, para un segmento de la población que se encuentra, desde hace bastante tiempo en un desamparo constante, desamparo que hoy se disfraza de precaución para los adultos mayores, ancianos, viejos, abuelos o como quieran llamarlos.
Hace unos días, falleció en su casa el destacado escritor y docente Carlos René Ibacache, gestor infatigable en la escena cultural "chillanense" como él prefería llamar a los habitantes de esta ciudad que eligió como su hogar, después del cautiverio en Valdivia. El día de su deceso, recordé su célebre carta al General, documento que llevó a su detención en 1973, producto de las peticiones que planteaba con suprema inocencia y desconocimiento de las nefastas consecuencias del quiebre institucional que se cernía sobre el país. Don Carlos, murió en su casa, en un sueño profundo velado día y noche por su hija Lilian, recién ahí con la muerte se apagó su entera lucidez, la misma con la que escribió esa mentada carta, publicada además en el libro Memoria Literaria Antología del Grupo Literario Ñuble (1963-2017). Carlos René, tuvo la suerte de tener a su hija cerca y a una familia que entendió, que pese a su delicado estado de salud, era conveniente mantenerlo en casa con todos los resguardos médicos necesarios y por sobre todo respetando sus decisiones con la dignidad elocuente de un ser humano no interdicto.
Sucede que en estos tiempos terribles, a la mayoría de los ancianos se le obliga a estar encerrados (por precaución) confinándolos a la soledad absoluta, con un Smartphone entre sus manos, que muchas veces no saben utilizar, que con suerte saben contestar llamadas (si es que las hay), hay algunos que ya bordean los cien años y que, naturalmente no están familiarizados con las tecnologías. Los cuidadores han sido reemplazados por asistencia remota, que no es lo mismo que el contacto físico, que un abrazo o simplemente la calidez que entrega el contacto humano. Se han entregado medidas para el cuidado del adulto mayor en esta pandemia, poniendo cuarentenas exclusivas para personas por sobre los 75 años de edad, muchos de ellos viviendo solos o acompañados por otro anciano en la misma, o tal vez en peores condiciones de movilidad y autovalencia, que no podrán sacar un salvoconducto por la comisaria virtual, o por falta de acceso o por desconocimiento.
En Argentina, copiaron una interesante iniciativa de los geriátricos de España, una manga plástica la cual permite el contacto físico de los habitantes de residencias con sus familiares más cercanos, esto, por los altos niveles de estrés y depresión de los ancianos, algunos, incluso habían dejado de comer. Sin duda, el virus no discrimina, pero sí sabemos que se ensaña con los viejos, no solo a nivel respiratorio, sino que también desde el aislamiento que produce el miedo al contagio, el desamparo disfrazado de precaución.
Laura Daza Valenzuela Gestora cultural