Estrés siglo 21
No debe sorprender el acelerado avance del coronavirus y su violencia y rapidez.
Hasta hace pocos meses, todo el planeta sustentó firmemente la afirmación de la Organización Mundial de la Salud, en orden a que la depresión sería la primera causa de discapacidad durante el siglo XXI. Naturalmente, cuando se planteó, nadie sabía nada sobre el covid 19 y sus trágicas consecuencias, hoy presentes en todos los continentes y la mayor amenaza de los últimos cien años para la salud y la vida de la población
Conocidos son los trastornos físicos del coronavirus. El mundo científico se preocupó tanto del cuerpo desde diciembre de 2020, que prácticamente olvidó el gravísimo impacto y daño que ha provocado, provoca y seguirá ocasionando en la salud mental.
Con orgullo, el columnista firmante recuerda que en marzo, cuando la pandemia recién llega a nuestro país, advertirmos sobre su impacto emocional, que sin duda agravaría el contexto, tal como ha sucedido. Tal impacto fue tal que la autoridad sanitaria se vio obligada a poner en marcha el programa "Saludablemente", destinado a resolver los problemas de salud mental causados en la población: depresión, angustia, trastornos del sueño, incertidumbre, ansiedad, otros. Recién en los últimos días comenzó a mencionarse uno que está en el centro del tema: el estrés.
El estrés, definido en 1930 como la reacción del cuerpo frente a cualquier demanda, amenaza o conflicto que vaya más allá de su capacidad normal de reacción, tiene dos caras: el estrés y el distrés. El primero es un estímulo favorable para las personas. El segundo es peligroso y causa o consecuencia de numerosas enfermedades. Incluso, puede conducir a la muerte.
Existen múltiples tipos de estrés: personales y ambientales. Entre las primeras, figuran las sobredemandas laborales, con jornadas y trabajo sobre presión. Entre las segundas, mala salud, muerte, viajes, mudanzas, divorcio, consumo desenfrenado.
En Chile, antes del coronavirus, existía un 70% de estrés laboral y personal, provocado por el modelo socioeconómico que vivimos, que impone crecientes exigencias. Hoy se considera triunfador al trabaja hasta quedar no cansado, sino extenuado. Se admira a los que reúnen dinero a costa de la tranquilidad de los demás. El esquema político, administrativo y el estilo en general hace que muchos ciudadanos tiendan a sentirse agobiados. En una sola expresión, estamos viviendo en forma desesperada. La mayoría de la población siente cada día más que las horas de trabajo y descanso son insuficientes. Como la mayoría sufre distrés, o sea estrés negativo, el problema afecta al funcionamiento general del cuerpo, especialmente el corazón y el cerebro. La inestabilidad emocional también encuentra eco en el sistema digestivo.
En este entorno, no debe sorprender el acelerado avance del coronavirus y la violencia y rapidez con que ha diseminado en nuestra población.
Raúl Rojas
Periodista y académico