Correo
El futuro de trabajo
La pandemia nos obligó a replantearnos la cultura laboral, considerando otros aspectos como beneficiosos o perjudiciales más allá del salario o las compensaciones económicas, valores que solíamos identificar como las metas del éxito. A 18 meses desde la irrupción del COVID-19 en nuestras vidas, ¿qué entendemos por éxito? Hemos aprendido a revalorar el descanso, el tiempo offline, los momentos con familia y amigos. Pero actualmente vivimos en un estado de permanente de "saturación cognitiva", donde nuestros sentidos están alerta consumiendo y produciendo datos desde y hacia todos los frentes, haciendo honor a la definición más pura del multitasking. Esta saturación cognitiva es peligrosa porque nos hace sentir todo poderosos y, al mismo tiempo, nos consume, nos debilita y puede derivar en estados ansiosos -por querer hacer todo pronto- e incluso depresivos -si es que no se logran los objetivos deseados.
No desperdiciemos nuestra preciada energía persiguiendo el fantasma de la excelencia, errado sinónimo de éxito. Nuestro sistema cerebral tiene solo una capacidad finita de procesamiento neuronal. Una vez alcanzado su límite, comienza a apagarse y requiere de tiempo para volver a poder incrementar su potencia. Si no le damos ese espacio para desconectar, nuestro cerebro nos llevará a transitar nuestro día en un estado de urgencia constante.
Entendamos el éxito como la capacidad de identificar el límite de nuestras capacidades desde lo sano. No nos dejemos llevar por la tentación del 'overachievement', de la excelencia por saturación... eso ya está pasado de moda.
Paula de Caro, especialista en Cultura Organizacional
El poder del covid
En diciembre del 2019 escribí sobre el poder del virus. Expresé como había logrado unirnos tras todo lo que había ocurrido desde el 18 de Octubre de ese año. La paz de Chile se había alterado a partir del alza en treinta pesos de la tarifa del metro que fue el pretexto para protestas con variados fundamentos: olvido de los políticos de problemas que afectaban a la gente (bajas pensiones, AFPS, Isapres,etc.), abusos de poder, corrupción.
Y comenzó la destrucción de centros comerciales y entidades culturales y religiosas… Y comenzaron las marchas de protesta en las que cada uno de los participantes tenía al menos una razón para manifestar su molestia. Miembros de la élite política celebraron a quienes protestaban y también a quienes destruían. Otros callaron.
Hubo quienes argumentaron que los problemas que se estaban viviendo tenían su causa en una Constitución con vicios de origen. Y se llegó a un acuerdo para un plebiscito.
El clima social y político estaba alterado siendo la situación preocupante. Y en eso estábamos cuando, desde China y tras un largo viaje, llegó un virus que nos hizo entrar en pánico. Los expertos en salud pública recomendaron las medidas que debían tomarse, los políticos nos dijeron que el país debía unirse y, en cuanto al plebiscito, fue necesario postergarlo.
No hubo quien acusara a este minúsculo ser biológico, que no hace distinción de ideologías, de violación de los derechos humanos o de alteración del orden social.
Lamentablemente la paz impuesta por el virus duró poco. Despertaron las diferencias ideológicas y la lucha por el poder. Pero el virus continuó su tarea. A pocos días de la elección tiene en confinamiento a la mayor parte de los candidatos a la presidencia. Algunos de ellos han recomendado ceñirse a los protocolos sanitarios y, en la distancia, han saludado a sus adversarios.
Es de esperar que, una vez más, este pequeño ser que nos ha dañado tanto contribuya a devolvernos la paz.
Omar M. Henríquez
Cuarto retiro
El país ha sostenido su economía, en gran parte, por los recursos que la ley nos obliga a depositar en las AFP. Sin embargo, cuando quienes administran esos recursos se equivocan, somos los trabajadores los que pagamos esas equivocaciones.
No hay duda de que esos recursos sostienen nuestra economía, bajo el prisma que resulta aterrador para algunos economistas, como es la aprobación del cuarto retiro. Es de esperar que la clase política recuerde que los trabajadores no realizan esos aportes previsionales para sostener la economía, para eso Chile tiene sus recursos, los que alcanzarían para mucho, de no ser porque la corrupción y el apropiarse de lo ajeno ha invadido las instituciones que deberían resguardar los intereses del país y de los trabajadores.
Alejandro Rubio