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Hablemos de energía en serio
En época electoral es habitual encontrarnos con promesas de todo tipo. Algunas rayan en lo utópico o son simples voladores de luces, en tanto otras poseen un cierto grado de realismo y viabilidad. En el ámbito energético, vemos como los volubles programas presidenciales de los aspirantes a La Moneda están marcados por frases de buena crianza a favor de las energías renovables, lugares comunes en torno al potencial de Chile en relación al hidrógeno verde y poco o nada sobre cómo se ejecutarán estas propuestas.
Con el objetivo de aportar al debate y comenzar a hablar en serio de energía, creemos que existen cuatro pilares fundamentales en los cuales el próximo Gobierno y autoridades deben profundizar para asegurar el suministro eléctrico, el desarrollo de las energías renovables y una adecuada transición energética, al servicio de la sociedad.
La interconexión regional es un tema que poco se menciona y que en tiempos de escasez hídrica adquiere suma importancia. A modo de ejemplo, el fenómeno del "Niño" o su contrapartida, la "Niña", es contracíclica entre el norte y sur de Latinoamérica. Cómo no aprovechar la complementariedad entre los países para mejorar la seguridad de la operación del sistema eléctrico. Llevamos más de 20 años actualizando estudios y no hay avances concretos. Se requiere de incentivos y certidumbres para que los privados lo desarrollen.
El impuesto verde en el sector eléctrico es otro de los aspectos sobre el cual debe trabajarse con celeridad. Hoy en día se trata esencialmente de un esquema de recaudación que no apunta a resolver el problema de fondo que son las emisiones. No sólo debe revisarse el precio de la tonelada de carbono emitida sino internalizar este precio en la orden de mérito del despacho de las centrales de generación.
El desarrollo de la transmisión y cómo solucionar el "cuello de botella" que este segmento está presentando para el impulso definitivo a las energías renovables, además de una correcta transición energética, es algo fundamental. Creemos que se hace necesario la creación de una autoridad ad-hoc con la capacidad de articular a las distintas instituciones y ministerios a nivel macro, con el objetivo de minimizar los riesgos y entregar seguridad a los inversionistas de cara a los proyectos que deben ejecutarse. Pretender que el privado sea capaz de resolver por sí solo el acceso a terrenos en plazos teóricos es una ilusión.
Por último, creemos importante mejorar el diseño institucional del mercado eléctrico chileno, eliminando los problemas de gobernanza que hoy se presentan. Necesitamos impulsar la implementación de una instancia técnica realmente independiente del gobierno de turno, que dirija, monitoree y controle el desarrollo de un mercado competitivo, que entienda la innovación como un valor estratégico, con visión de futuro y con una actitud propositiva más allá de lo que literalmente establezca la ley.
Estamos en la última milla de una decisión que podría ser fundamental para el Chile del mañana. Es ahora cuando se necesitan propuestas concretas para el desarrollo energético nacional. Esperemos que así lo hagan los dos candidatos que definirán al próximo presidente de Chile.
Luigi Sciaccaluga, gerente de Desarrollo y Nuevos Negocios de Plataforma Energía
Ahora le toca a las personas
"En tiempos donde nadie escucha a nadie, prefiero estar al lado del camino", decía hace casi dos décadas un músico argentino. Inmersos como estamos -todavía- en estos tiempos de sordera, la idea de hacerse al lado ya no parece ser opción. Esta es una época donde se impone el tomar partido, y no hablamos solo de política partidaria, sino de defender valores culturales a ultranza. Tal como en la guerra, cualquier amago de consenso es sospechoso y un potencial acto de traición.
¿Qué ha pasado? Bueno, algunos le han llamado a esto guerra cultural. Un conflicto que viene de antiguo y que, cada tanto, reaparece para azuzar pasiones en términos de polarización y descarte. En Chile, esa lógica se ha extendido y, por cierto, en la política y en especial en la última campaña presidencial. No es la primera vez que el país ha caído en un espiral de polarización, pero sí la primera vez que en mucho tiempo este se expresa con tal nivel de furia, sobre todo a través de las redes sociales.
Si bien la idea de guerra cultural es más anglosajona que latina, la hemos adoptado infelizmente y con bastante alcance: esa lógica del amigo/enemigo para disponer y desechar las ideas del otro. El acto no admite medias tintas: cualquier asunto, por nimio que este sea, se ha vuelto casi una elección de vida o muerte. A un lado, mis creencias y mi estilo de vida; al otro, solo destrucción.
Entender la lógica sobre la explotación de las diferencias y agravios dramáticamente polarizados, es el primer paso para desactivar estas verdaderas amenazas a la convivencia social. Demonizar al otro es un camino sin retorno. Y es en estos momentos cuando debemos apelar a lo verdaderamente democrático y ciudadano: un proyecto país común como el único lugar para vivir en comunidad, y no en una guerra, donde no hay espacio para el otro. Quienquiera que este sea..
Andrea Gartenlaub, UDLA