Atomización del sistema de partidos
Enrique Brahm García
Los sectores conservadores triunfantes en la guerra civil de 1829, que dieron estabilidad a la república, fueron siempre opuestos a lo que llamaban el "espíritu de partido", el "espíritu de facción". Desde su perspectiva el desorden político que se había vivido en Chile desde 1810 se explicaba en buena medida por la división de la opinión pública en grupos, facciones y partidos - liberales, federales - organizados muchas veces en torno a caudillos: o'higginistas y carrerinos. Frente a ello el régimen portaleano se apoyaría en el "tronco pelucón" como organización política que debía aglutinar a los sectores más sensatos de la sociedad. Ese objetivo se conseguiría a través del sistema electoral. Este, más allá de lo que establecía la letra de la constitución de 1833, posibilitó la intervención electoral del titular del ejecutivo; el Presidente de la República sería el "gran elector". Esa fórmula empezó recién a tambalearse durante el segundo quinquenio de gobierno de Manuel Montt cuando se organizaron los partidos tradicionales de la historia nacional. Teniendo como detonante la "cuestión del sacristán", los pelucones se dividieron en Conservadores y Nacionales y frente a ellos se plantaron liberales y luego radicales. A partir de esos momentos tomaría forma en Chile el multipartidismo y, como consecuencia, se haría más complejo el accionar del Presidente de la República.
En la década de 1880 el titular del ejecutivo fue perdiendo poco a poco su capacidad de manejar las elecciones ante la creciente fuerza de los partidos, los que terminarían por dominar las cámaras y llegarían a enfrentarse con el Presidente Balmaceda en la Guerra Civil de 1891. El triunfo de las fuerzas del Congreso significó que la constitución de 1833 se interpretó a partir de ese momento en un sentido parlamentario: los ministros se mantendrían en sus cargos mientras contaran con la confianza de la mayoría de las fuerzas partidarias representadas en el Congreso. Ello no resultaría fácil, porque se había acentuado el fraccionamiento partidario. En efecto, el partido liberal se dividió entre quienes se opusieron y quienes apoyaron a Balmaceda. Estos últimos conformarían el Partido liberal democrático, el que, a su vez, solía estar dividido entre sus grandes caudillos. Pero el partido liberal tradicional también se dividiría en una serie de facciones: "liberales de gobierno", "liberales doctrinarios", los antiguos nacionales, etc. Mayor unidad parecía haber en los partidos extremos, "doctrinarios", los conservadores católicos y los radicales anticlericales y laicistas. Pero las apariencias engañaban, porque dentro de ellos se delineaban corrientes distintas que los llevaban a actuar divididos ante las contingencias políticas. Y había surgido también un partido popular, el demócrata. Conseguir mayorías estables sería casi imposible lo que tendría como resultado una acelerada rotativa ministerial.
El problema se acentuó con la entrada en vigor de la Constitución de 1925 que dispuso la existencia de un sistema electoral proporcional (art. 25). A partir de ese momento los partidos políticos proliferarían. Por ejemplo, en las parlamentarias de 1945 obtendrían sufragios los partidos Agrario, Alianza Popular Libertadora, Conservador, Liberal, Liberal Progresista, Demócrata, Democrático, Demócrata Nacionalista, Falange Nacional, Laborista de Chile, Progresista Nacional, Radical, Socialista y Socialista Auténtico. En ese contexto, pese a las grandes atribuciones que les otorgaba la constitución, los distintos presidentes tendrían serios problemas para gobernar, porque debían negociar en forma constante con las directivas partidarias y no sólo de la oposición, sino también con las de los partidos que apoyaban al gobierno. Y ese es un problema que se vive también hoy.
Pareciera que la atomización del sistema de partidos ha impedido el correcto funcionamiento tanto del régimen parlamentario como del presidencial. Es de esperar que los "expertos" - al regular el sistema electoral - tomen los resguardos necesarios para evitar, en la medida de lo posible, el fraccionamiento del congreso en múltiples minorías partidarias.
"Pareciera que la atomización del sistema de partidos ha impedido el correcto funcionamiento tanto del régimen parlamentario como del presidencial".
*Universidad de los Andes