La región sumó ayer 92 nuevos casos de coronavirus para llegar a un total acumulado de 4.648 contagiados y 80 fallecidos. Cabe destacar que durante los últimos ocho días la cantidad de personas que adquirió el virus fue de 511.

Las cifras dejan en claro que Ñuble está lejos de derrotar el coronavirus y no por un asunto de capacidad, sino que de porfía por parte de quienes habitamos esta nueva región. A los ciudadanos les puede gustar o no el accionar de las autoridades, que dicho sea de paso, tuvieron que aprender a convivir con un problema mundial de la noche a la mañana, sin embargo, también hay que ver en qué aportamos cada uno de los ñublensinos para que esta pandemia baje sus cifras.

Como factor de excusa para que el virus se mantenga se señala la falta de fiscalización, la ausencia de decretar cuarentena, la incredulidad ante los números que se entregan desde el Ministerio de Salud, también se pone como explicación la innecesaria apertura de los centros comerciales y quizás cada una de ellas puede incidir. Pero no se puede ignorar la falta de compromiso interno de los ciudadanos, ¿es necesario que exista un carabinero en cada esquina para mantener el distanciamiento social o el usar la mascarilla?, ¿es necesario que alguien deba decirle que evite las aglomeraciones?, ¿es necesario salir a gastarse el 10% de las AFP como si el mundo se acabara mañana?, simplemente no. El autocuidado es clave, hay que dejar en claro que lo importante es la salud de las personas y entender que lo vital es cuidarse para que lo realmente trascendente no se vea afectado: los hijos, los padres, los abuelos de Ñuble.

El ñublensino, en palabras bastante simples, es porfiado. No respeta el toque de queda y otras normas y ante lo cual la cifra de detenidos por diferentes situaciones supera las 6.100 personas. Ejemplos sobran, personas que hacen reuniones familiares como asados y cumpleaños, se suma la reciente detención de once personas comiendo en un local de calle 18 de Septiembre, otros más en improvisados partidos de amigos en canchas de San Carlos y Chillán Viejo, imposible no recordar al ciudadano chino que irrumpió dos veces la cuarentena a pesar de tener coronavirus y así la lista suma y sigue. Muchos cuestionan el retorno a clases presenciales, incluso en Chillán Viejo ya se anunció que el sistema municipal no retomará la actividad este año. El argumento, válido por cierto, es que no se quiere exponer a los estudiantes a un eventual contagio, además, han circulado versiones sobre encuestas que señalan que cerca del 90% no enviaría a sus hijos a los establecimientos, pero de la mano de lo anterior hay que ser consecuentes, ya que sino los van a mandar al colegio entonces no los saquen a exponerse gratuitamente al mall o al centro.

Ñuble fue la primera región en sufrir los efectos del covid-19 y a más de cinco meses aún no se sacude del virus, precisamente por la irresponsabilidad de cada uno de sus habitantes, si de cada uno, con o sin cargo.

Cuando Roberto Bolaño afirma: "Lemebel no necesita escribir poesía para ser el mejor poeta de mi generación" se puede pensar en el profundo afecto y generosidad del escritor hacia su compañero de letras, y porque no decirlo, el profundo amor y admiración que siempre se profesaron.

Tengo miedo torero, la única novela de Pedro Lemebel, es una franca declaración de amor, en un clima convulso a mediado de los ochenta, tan real como ficticia. Real, por el registro de un momento de nuestra historia, que a estas alturas se siente como un deja vù. Cargada de palabras y hechos, como, guanaco, lacrimógenas, lumas, disparos y protesta. Aun así, en medio de esa vorágine, el amor va tomando forma; de complicidad, de encuentros y ausencias esperadas, sin ninguna pretensión, amor es amor y la Loca del Frente lo sabe. Carlos, también, sin embargo, continúa en ese juego que le conviene, eso sí, sin maltratar a la amada Loca, que se hace la tonta, sabiendo lo que existe bajo la fachada.

Este romance atormentado (como la mayoría) responde a una realidad construída ya por otros escritores como José Donoso (El lugar sin límites) y Manuel Puig (El beso de la mujer araña) por ejemplo. Interviniendo en la doliente vida de un homosexual enamorado de un hombre que no responde a su amor (como ella quisiera). Doliente, no es precisamente un adjetivo para describir a un personaje, sino para describir la cruel realidad de esos seres humanos castigados por su diferencia, por amar en la soledad completa del desamparo, en el miedo a que un gesto amoroso los condene a la burla, al peñascazo sórdido de una sociedad que es juez y verdugo frente a la real naturaleza y de toda su diversidad. La loca del Frente es el símbolo de las lágrimas huachas, de la soledad y el dolor ardoroso que perenne habitan en cada célula, acumulando sollozos y cicatrices. Hay que ser valiente para nacer cola, hay que nacer con una coraza adosada al cuero para sobrevivir a las heridas. Por suerte hoy, los alitas rotas han ido surcando los cielos, con dificultad, pero con vuelo firme y sostenido a través de las sanciones por leyes que llevan el nombre de un joven asesinado por su condición sexual, que de apoco, como un recién nacido comienza a dar los primeros pasos o mejor dicho, los primeros aleteos de libertad.

En pocos días se estrenará la película Tengo miedo torero, protagonizada por Alfredo Castro, quien fuera elegido por el mismo Pedro Lemebel para el papel de la Loca del Frente. No cabe duda que este gran actor sabrá interpretar magistralmente a esta loca adolorida y valiente que traspasa el tiempo amando, como solo como ella sabe.

Laura Daza Valenzuela Gestora cultural

El título de esta columna corresponde a expresiones del Papa Francisco, contenidas en una carta reciente de la directiva de los obispos latinoamericanos a los líderes y gobernantes del continente, llamándolos a la integración y cooperación regional ante la crisis del Covid-19.

Que hay injusticia e inequidad en las estructuras sociales, lo sabemos bien, al menos como información, pero no parece haber siempre sentido de urgencia para provocar los cambios que se necesitan.

Los efectos sanitarios y sociales del Covid-19 son devastadores, señalan los obispos: "Más de 200.000 latinoamericanos y caribeños han muerto. Alrededor de 5 millones han sufrido el contagio. Se estima que el número de pobres llegará este año a los 215 millones, es decir, al 35% de la población de América Latina y el Caribe. Es un dato escandaloso que repercute en nuestras conciencias. Más que cifras, se trata de personas que superan en número el total de la población de Brasil y equivale a más de 60 veces el número de habitantes de Uruguay".

A la base de esta realidad, está no sólo la injusta distribución de la riqueza, sino también su concentración en pocas manos, lo que se nutre del aumento de la pobreza. Es la injusticia estructural, resultado no de una maldición o un castigo divino, sino del "pecado estructural" y del "pecado ecológico". Por eso urge buscar una vacuna ante este "gran virus", pues como señala la carta: "No podemos regresar a una nueva normalidad. ¡Aspiramos a una mejor normalidad!, con justicia social y respetuosa de la Casa Común".

¿Por dónde debiera ir esta vacuna? El llamado de los obispos es a la integración y la cooperación regional, expresada entre otras cosas en: Construir soluciones conjuntas, en fraternidad latinoamericana, no solo en esta ocasión, sino mirando el futuro.

Apoyarse en el trabajo científico para producir los medicamentos que se necesitan y, así, "hacer entre todos lo que por separado ninguno o muy pocos pueden". Esto permitiría enfrentar también enfermedades que causan aún más muertes que el Covid-19, que las farmacéuticas no producen porque no les resulta una política de producción rentable.

Favorecer un desarrollo humano integral, no solo un crecimiento económico. Esto supone políticas públicas que tengan presente, en primer lugar, a los hombres y mujeres de nuestra tierra y en especial a los más pobres.

Ante estos desafíos, la Iglesia quiere ofrecer su oración y su compromiso con la reconstrucción del tejido social, así como su dedicación pastoral por la defensa y el cuidado de la vida.

Sergio Pérez de Arce A Obispo de Chillán.